domingo, 12 de febrero de 2012

Un cielo blanco


Bélgica tiene un cielo de porcelana, tan inmaculado, como frío y duro. La luz pulida que desciende sobre la tierra -siempre mojada, siempre verde- lo cubre todo con un fino tul de bailarina de Degas. O de mortaja. Lo cierto es que esos días, duele un poco la cabeza. Y te sientes abotorgada, lejos de la realidad. No, más allá.
Nunca entendí como Magritte pintaba fondos azules de nubes de algodón. Nunca vi más surrealismo que en el cielo blanco belga.

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