miércoles, 3 de febrero de 2010

La Cathédrale

La catedral de Bruxelles no podía ser sino un fiel reflejo de lo que es la ciudad: contradictoria. La hermosa fachada, de un blanco radiante que brilla con alegría al sol, contrasta con el gris-hormigón del barrio moderno en el que se ha quedado encajonada. Los locales deben ser conscientes de lo extraño que resulta encontrarla tan desarropada y han levantado en torno a esta fría dama de mármol unos extraños edicificios inspirados en sus finos rasgos góticos. En realidad, parece que más bien se tiraran de los mofletes para hacerle una mueca deforme y burlona. Pobre.

Cualquier europeo que trate de encontrar la catedral se perderá irremediablemente al ver los carteles que apuntan hacia la parte alta de la ciudad, la que más ha sufrido las dentelladas del racionalismo de los 50. Yo, en mi primera visita a Bruxelles, me rendí tras 20 minutos oteando el horizonte cual Paco Martínez Soria para volverme hacia la Grand Place por los caminos de calles adoquinadas.

En el interior, la Cathedralis Sancti Michaelis et Gudulae Bruxellis pierde ese halo medieval que promete su nombre latino. Sí, sí, vidrieras, velitas y santos en sus peanas. Pero tanto la exquisita ventilación del lugar (¿y el olor plomizo a incienso?) como la megafonía rompen el encanto. Y es que no es una homilía, si no una especie de canturreo pagano el que una diligente mujer profesa desde el atrio:  "Bienvenus à la Cathédrale de Saint Michel et Gudule. Welcome to St Michael & St Gudula. Welkom op Sint-Michiels-en Sint-Goedelekathedraal"...
Amén.


Aún así, hay rincones que son como pequeños remansos de alegorías en medio de esta sobreexpuesta cristiandad.


Aunque las nuevas vidrieras en Bruxelles ya no son lo que eran.

La sensación que tuve en la catedral de Bruxelles era más de vacío antes que de sobrecogimiento. Yo juraría que en Saint Michel et Gudule los rezos no suben al  cielo, si no que rebotan en sus paredes. O, como bien resumió Laura, "aquí no vendría a buscar paz". Yo, si andara tras de ella, tampoco.

Pero el mayor contraste estaba aún por llegar. A la salida, lanzaron las campanas al vuelo...  al ritmo del Himno de la Alegría. Juro que en medio de mi estupor creí ver a Miguel Ríos descolgarse de una de las torres del campanario cual Quasimodo. En fin, Santa Europa...

Amén.

6 comentarios:

  1. Unas fotos increíbles, Tejero! :*

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  2. ¡Vivan San Miguel y Gudula!
    ¿Y qué me dices de los púlpitos de madera exquisitamente tallados?
    Te veo prontooooo

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  3. "La sensación que tuve en la catedral de Bruxelles era más de vacío antes que de sobrecogimiento. Yo juraría que en Saint Michel et Gudule los rezos no suben al cielo, si no que rebotan en sus paredes"

    fantástico, simplemente

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