El avión dejó de tocar el asfalto.
El sol perfilaba las cuatro abruptas torres que le han crecido a la ciudad en el norte, y contorneaba su silueta de mujer tumbada sobre la meseta castellana. Esa imagen, de amarillo y negro, se ha fijado en mi retina. También en lo más hondo de los fondos donde me guardo por dentro. Adios Madrid, adios. Qué será de mí sin ti. Adios, adios sol de invierno. No dejes de calentarme los huesos.
(foto de Ascensión recta)
Los desafíos de la ‘Generación Naranjito’ en la España de 2022
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(Este artículo fue publicado en El Economista el 2 de mayo de 2015) Jorge
Valero La ‘res publica’ se ha convertido en una ‘res color’. La cosa
publica, pol...
Hace 9 años
No digas adios. Di hasta pronto, hasta luego. Hasta ahora. Di hola, tu nueva Bru.
ResponderEliminarTienes razón, nunca acabo de irme de Madrid, es como si la llevara siempre a mano, metida en el bolsillo :)
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