De pronto, la Gran Vía un año después. Todo sigue tan cerca de terminar como tan lejos de empezar. Un abrazo y el espacio salta por los aires en mil pedazos. Cerca. Sin embargo, ángulos en las palabras aplastadas por el tiempo. Lejos.
Entonces, Donato, aquel vecino que me robaba los calcetines en mis primeros meses en Bruselas, torció una esquina e irrumpió en la escena. Los vórtices se tocaron. Un instante, mientras los turistas se van (
) y la arteria dejó de latir. El tráfico se congeló. El vaho quedó suspendido en el aire. No era nieve, no. Lento, pero mejor hazlo deprisa, por favor. Fins aviat, fin-s aviat.
Hasta luego, a.
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