jueves, 3 de febrero de 2011

Impresionismo

Me arremango. Se me eriza un poco la piel. Bajo los ojos. ¿Cuál de todos? Me decido por uno. Tomo el pincel entre mis dedos. Alzo la mano. La sostengo un segundo en alto. Fijo los ojos sobre el lienzo blanco. Casi bizqueo. Y entonces... entonces, la mancha.

Azul, agua y amarillo, rojo, negro. El papel se arruga. Los trazos van surgiendo. Pequeños, luego más largos. Inconexos, vacilantes, perfiladores, definitorios.

Hay una chica desnuda tumbada enfrente de mí. No estoy acostumbrada a tanta piel. Al principio impresiona; luego, gusta. Es tan... normal. Como en casa, como en la ducha.

En realidad, me preocupan más los rastros de colores que va dejando mi torpe exploración. Es la primera vez en mi vida que pinto con pincel. Ya hay pruebas de mi palpar pictórico. Churretes, vaya. Pero incluso cuando no sale, me siento feliz. Ay, qué alegría más sencilla. Ojalá tuviera un baby, como en parvulitos. ¿Alguien me presta uno?

Detalle de "Señora", inacabada. 3 de febrero de 2011, Madrid.
Témpera sobre cartón (recicla para vivir).