domingo, 9 de enero de 2011

La X

A menudo me preguntan: ¿Por qué Bruselas?

Yo también me lo he preguntando. Cuando el estrés parecía agarrarse a mis cabellos y tirar, tirar, tirar para sacar los nervios de raíz. Cuando me calaba hasta las orejas la nube gris de Bruselas por todo sombrero. Cuando el burocratismo se comía todo atisbo de espontaneidad, incluso los brotes de los geranios.

Porque a veces, Bruselas, Bélgica, Europa puede ser Sibérie. Il fait si froid dehors...


Sin embargo, hay algo en Bruselas que me queda por resolver. Es esa X, la de Bru-x-elles, la que marca el corazón de la ciudad, de su espíritu, de la encrucijada europea, la de las jóvenes vidas del viejo Continente. Bru-x-elles. Y no puedo dejar esa incognita sin despejar. O quizás es que desde pequeñita sé que debajo de una gran X (o W) siempre hay un gran tesoro.


It's a mad, mad, mad world (1963) de Stanley Kramer

Así que sí, vuelvo.

jueves, 6 de enero de 2011

Fin-s aviat

Tengo un pie en Madrid y otro en Bruselas. Uno lo he metido hoy en un charco y el otro sigue cubierto de escarcha. Pero ambos se turnan y siguen hacia delante. Uno, otro, uno, otro, uno, otro... así hasta que, al final,  llegue lejos. O cerca.

De pronto, la Gran Vía un año después. Todo sigue tan cerca de terminar como tan lejos de empezar. Un abrazo y el espacio salta por los aires en mil pedazos. Cerca. Sin embargo, ángulos en las palabras aplastadas por el tiempo. Lejos.

Entonces, Donato, aquel vecino que me robaba los calcetines en mis primeros meses en Bruselas, torció una esquina e irrumpió en la escena. Los vórtices se tocaron. Un instante, mientras los turistas se van (



) y  la arteria dejó de latir. El tráfico se congeló. El vaho quedó suspendido en el aire. No era nieve, no. Lento, pero mejor hazlo deprisa, por favor. Fins aviat, fin-s aviat.

Hasta luego, a.