lunes, 22 de febrero de 2010

Un coin (à Efe Bruselas)

La ventana de la cocina es mi rincón favorito de la oficina. Es pequeña, estrecha, y su repisa blanca descansa sobre las tuberías enrevesadas de la calefacción. Cada día, tomo mi taza favorita -la de pintitas de colores que simulan ser un mosaico de Gaudí y que tiene un "made in Barcelona" en el culo-, me sirvo el café muy cargado que me acabo de hacer, la acomodo entre mis manos, aspiro, suspiro y me acerco a ella. Me siento en la madera tibia. Miro, tan sólo miro. Y me quedo colgada bajo el cielo blanco de Bruselas...


Al fondo, el Parlamento Europeo, esa sucesión de bóvedas de cristal azul que se cierran la una sobre la otra, como olas. Parece una estación de trenes de principios de siglo pero muy muy alta, con hechuras góticas. Es bonito. No se puede decir lo mismo de muchos de los otros edificios que lo rodean, esos que destilan un olor indudable a burocracia. Quelle horreur.

Partiendo el Quartier Europeen, dos hileras de pequeñas maisons de maître se apiñan cuesta arriba una detrás de la otra, otra detrás de la una, para ir morir a los pies de la maraña de vidrio y metal. Yo, desde arriba, asomada a esta brecha abierta en el séptimo piso de Residence Palace, no puedo dejar de mirar las tejas descolocadas, los contrafuertes de metal que contienen sus muros para evitar más derrumbes y sus ventanas sucias y opacas, que no devuelven ninguna mirada a la mía. En uno de los tejados alguien escribió con pintura blanca "Expo" y en un alfeizar oxidado se distinguen dibujos de colores. No sé por qué, pero la palabra "Belleville" me viene a la mente al ritmo del jazz de los Aristogatos. Ya véis. 

Último sorbo al café. Vuelvo a estar dentro. Toca volver a Efe. Pero suave, suavemente.

 

(Sí, lo habéis adivinado, no me di cuenta de que estaba el disparador automático encendido!)

jueves, 18 de febrero de 2010

Vintage

Vintage, como nuestra amistad. Gracias por estos cuatro días, Lola.
(Genial foto, de la susodicha, en Les Petits Riens)

lunes, 15 de febrero de 2010

Efe Bruselas II (por fuera)

Esto es el edificio Residence Palace, sede de muchos de los medios de comunicación que trabajamos en Bruselas (Reuteurs, El Corriere...) y de parte de las oficinas de la ONU. Es una joya del Art Decó bruselense, y, antaño, una residencia de lujo para la burguesía adinerada de la ciudad, que disponía incluso de un prestigioso teatro en sus bajos. Hoy, es imposible no reparar en él...
... y preguntarse cómo sigue en pie. ¡¡¡Y cómo es posible que siga habitado (por nosotros)!!!

miércoles, 10 de febrero de 2010

Bodegón español

 

(Pequeño eructo, disimulado con tos)

martes, 9 de febrero de 2010

Efe Bruselas I (por dentro)

La ofi, con Lara, María G y JMS.
Chis, chis, Laura...
No me mires así, que yo no me he terminado las galletas, ¡Lo juro! Habrán sido los de la ONU.
Antonio, no te hagas el despistado...
Rosa, la reina de la casa ( ¡¡Y otra de las tres aluchenses de Efe Bruselas!!)
Más tarde, en el briefing de la Comisión, con María R en tercer plano (la tercera aluchense de la ofi, yeah) ...

...y con Ana la de Periodismo, ahora Ana la de Punto Radio. Sí, el mundo es un pañuelo.
Lo sé, lo sé, falta una foto fundamental... la de nuestro pitufo europeista!! Os la prometo una próxima entrega.

lunes, 8 de febrero de 2010

Un mes en Bruxelles

... y tan a gusto :)

Castillos en las nubes

La decisión más difícil

Ayer tuve que tomar la decisión más difícil a la que me he enfrentado desde que llegué aquí.

La primera semana cometí un error de principiante: puse una lavadora oscura a medias con Donato, mi vecino de pared. El número de calcetines que introduje en el tambor era par; el que saqué, impar. No nos aclaramos de si el desaparecido ha sido engullido por la máquina en cuestión o si me lo ha fanado él. No me extrañaría, ya que yo, en un alarde de unilateralismo, le robé un calcetín a mi vez sin saber que tenía un tomate cual moneda de 100 duros. Pasado el regocijo maligno inicial, se lo devolví con el rabo entre las piernas y el talón pelado al comprobar que la bota me rascaba por el agujero, grrrrr. Hoy, tengo exáctamente seis pares y medio de calcetines. Mierda, et trobo a faltar. Vamos, que un día cualquiera, sin previo aviso...

¡Sólo tengo un calcetín limpio!

La semana anterior ya me vi en la misma tesitura y salí del apuro lavando un par a mano, al que luego le di bien con el secador hasta que aquello golía a chamusquina. Pero ayer tenía prisa porque en esta ciudad todo cierra a las 6 y necesitaba tiempo para recorrer las tiendas de segunda mano con calma en busca de mi disfraz.
Total, que me vi forzada a decidir a cuál de mis dos pies quiero más. No os creáis, no es moco de pavo. Al principio pensé que al derecho, por eso de que chuto a gol las latas de cocacola con la diestra. Sin embargo, me di cuenta que años de ritos y supersticiones sobre los pies izquierdos me hacían desconfiar de las consecuencias que podía conllevar tratar tan mal al susodicho. Hay que ver, tener miedo del propio pie.
Estaba enfrascada en estas profundas deliberaciones cuando me di cuenta de que me había calzado el calcetín automáticamente en el pie derecho. Más fácil así.

El pie izquierdo sobrevivió, pero juraría que me mira de soslayo desde entonces...
[No sé si ayer, antes de ayer o el otro día tomé, sin proponérmelo, la decisión más difícil a la que me he tenido que enfrentar desde que estoy aquí. Podría tener que ver con calcetines, pero no exactamente. Sólo sé que hoy, me gustaría escribir algo más que un chiste. Pero no puedo, no puede ser.
Semi-Intimidad compartida.... Poco más.]

miércoles, 3 de febrero de 2010

La Cathédrale

La catedral de Bruxelles no podía ser sino un fiel reflejo de lo que es la ciudad: contradictoria. La hermosa fachada, de un blanco radiante que brilla con alegría al sol, contrasta con el gris-hormigón del barrio moderno en el que se ha quedado encajonada. Los locales deben ser conscientes de lo extraño que resulta encontrarla tan desarropada y han levantado en torno a esta fría dama de mármol unos extraños edicificios inspirados en sus finos rasgos góticos. En realidad, parece que más bien se tiraran de los mofletes para hacerle una mueca deforme y burlona. Pobre.

Cualquier europeo que trate de encontrar la catedral se perderá irremediablemente al ver los carteles que apuntan hacia la parte alta de la ciudad, la que más ha sufrido las dentelladas del racionalismo de los 50. Yo, en mi primera visita a Bruxelles, me rendí tras 20 minutos oteando el horizonte cual Paco Martínez Soria para volverme hacia la Grand Place por los caminos de calles adoquinadas.

En el interior, la Cathedralis Sancti Michaelis et Gudulae Bruxellis pierde ese halo medieval que promete su nombre latino. Sí, sí, vidrieras, velitas y santos en sus peanas. Pero tanto la exquisita ventilación del lugar (¿y el olor plomizo a incienso?) como la megafonía rompen el encanto. Y es que no es una homilía, si no una especie de canturreo pagano el que una diligente mujer profesa desde el atrio:  "Bienvenus à la Cathédrale de Saint Michel et Gudule. Welcome to St Michael & St Gudula. Welkom op Sint-Michiels-en Sint-Goedelekathedraal"...
Amén.


Aún así, hay rincones que son como pequeños remansos de alegorías en medio de esta sobreexpuesta cristiandad.


Aunque las nuevas vidrieras en Bruxelles ya no son lo que eran.

La sensación que tuve en la catedral de Bruxelles era más de vacío antes que de sobrecogimiento. Yo juraría que en Saint Michel et Gudule los rezos no suben al  cielo, si no que rebotan en sus paredes. O, como bien resumió Laura, "aquí no vendría a buscar paz". Yo, si andara tras de ella, tampoco.

Pero el mayor contraste estaba aún por llegar. A la salida, lanzaron las campanas al vuelo...  al ritmo del Himno de la Alegría. Juro que en medio de mi estupor creí ver a Miguel Ríos descolgarse de una de las torres del campanario cual Quasimodo. En fin, Santa Europa...

Amén.